Curioso cateto





El otro día pensé, quiero decir más de lo habitual, sobre una publicidad que captó mi atención.

Como un fogonazo una frase que leí en el Intercambiador de guaguas de Santa Cruz de Tenerife me hizo regresar a las luminosas y calurosas aulas de mi antigua guardería, perdón, antiguo instituto... y recordé nada menos que aquellas lecciones de Trigonometría que tanto odiamos de adolescentes y recordamos con nostalgia ante la complicada triangulación de la vida adulta.

En el texto publicitario aparece como primera afirmación: "EL ORDEN DE LOS CATETOS NO ALTERA EL PRODUCTO"... lo demás es un engarce de planteamientos que salvo interés publicitario no les veo demasiada conexión.

Sí recordaba como dogma matemático eso de que el "orden de los factores no altera el producto" en la propiedad conmutativa de los números supuestos estos reales pero en las razones trigonométricas me quedé con la boca abierta. El cartel tiene de bueno para mí que espoleó mi curiosidad y mi necesidad de refresco.

La frase es cierta sólo cuando de catetos conocidos deseamos hallar la hipotenusa de un triángulo equilátero. Para despejar otras incógnitas u otros planteamientos el orden de los mismos sí determina un resultado y otro.

Con respecto a los catetos también recordé un poco de historia, aprovechando precisamente que venía de viaje, concretamente la posguerra española y la emigración interior de aquellos años; los catetos de pueblo.

Las capitales españolas, singularmente Madrid, en aquella época eran la oportunidad para gentes empobrecidas del campo que no se animaban, o no conocían, los duros destinos que otros compatriotas intentaron en Europa, principalmente Francia, Holanda, Reino Unido y Alemania o en ultramar, principalmente Argentina, Venezuela y México.

Dentro de España la oportunidad estaba, casi igual que hoy, en lo que que yo llamo "el Triángulo Mágico"; Madrid, Barcelona y Bilbao... sólo los vértices, lo que queda en medio es sólo para recorrerlo vía aérea o en tren de alta velocidad, o para recordar que "Teruel existe". No es que yo lo crea, posibles lectores, es que hoy por hoy "parece" así.

Así pues llegaban aquellas pobres gentes del pueblo o del campo, y los recibía una despiadada ciudad repleta de ciudadanos dispuestos a reírse del nuevo, o a timarlo. Aquellos "ciudadanos de pro" les tenían un mote incluso; los catetos, inmortalizados en la interpretación de Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí. Unos personajes con pantalón de pana, camisa de mezclilla, chaleco y una boina calada hasta las cejas, cargados de pollos capones para, ciertamente, capear las primeras hambres en la ciudad... y listos ellos para ser, empero, "desplumados" por los pícaros ciudadanos.

Las tornas, como siempre, cambian y hoy día algunos de esos descendientes de catetos lejos de proyectarse en hipotenusas de comprensión son incluso más crueles con la siguiente generación de catetos o siguen creyendo que más allá de Villalba o al otro lado del Ter es ya necesario presentar pasaporte. Y algunos catetos, pocos, se hicieron ciudadanos de pro pues ya se sabe que para emigrar no sólo hace falta necesidad sino también tener la testa bien amueblada.

Ciertamente España a veces es una complicada triangulación ajena a leyes trigonométricas.

Comments

  1. no creas que las cosas han cambiado mucho. lo que si ha cambiado es la procedencia de los llamados "catetos", aunque a mí me parece más adecuado llamarles necesitados.
    ahora vienen de europa del este, sudamérica o áfrica. no creo que tengan un pelo de tontos, al contrario llegan aquí los más listos. sólo les queda apretar los dientes y agarrarse a cualquier empleo que les ofrezcan...
    perdón por la charla... salu2

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  2. Es cierto, el texto refrenda su opinión. La idea de "cateto" es ya historia y también fue un estereotipo de aquella época... incluso hoy día el término casi se desconoce.
    El sentido del post va más en la línea de argumentar que la historia muchas veces tiene bucles que pueden repetirse y es también, por eso mismo, una llamada a la tolerancia y al recuerdo de lo que una vez vivimos.
    Nada que perdonar, precisamente escribo para mí mismo en el sentido de tener un recuerdo y luego con la intención de compartir: La charla es eso, compartir.
    Un saludo.

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