Un puntal

Un puntal es una viga cilíndrica de metal compuesta de dos cuerpos ensamblados y que puede ser regulada en altura mediante un gancho que atraviesa los dos cuerpos en orificios a longitudes regulares y que se ajusta posteriormente con un sistema de rosca.

Se usan en construcción sobre todo para soportar forjados y encofrados durante la fragua del hormigón o, en el caso de construcciones viejas o dañadas, para sostener e impedir derrumbes.

Más en el sur que en el norte de las islas es un vocablo que ha entrado a formar parte del habla cotidiana. Es positivo que alguien sea un puntal; significa ser una persona de confianza o alguien que por la razón del contexto en que lo usamos tiene unas características positivas para nosotros.
A veces también lo he oído en el contexto de la lucha canaria para referirse a alguien que es líder de su equipo por su habilidad técnica o fortaleza.

Empero, ser un puntal es bueno sin embargo para muchas cosas debería creerse más en las columnas que ayudan a forjar. Es una historia tan cíclica como lo son los ciclos económicos en las Canarias; cuando es la cresta es una economía tan generosa que permite obtener buenas ganancias a determinados sectores de actividad... con la misma rapidez que en las simas del ciclo se nos presenta como una economía enclenque y deficitaria que destruye todo lo hecho.

Nuestras empresas e instituciones se apoyan demasiado en los puntales; hacen infinidad de forjados que no llegan a cuajar sino que están siempre en un estado de precariedad, o peor, endebles puntales de muy loable esfuerzo sostienen con su trabajo proyectos que a las primeras de cambio traslucen carencias y miserias.

Los puntales acaban oxidándose de puro viejos, o cambándose de inútil esfuerzo al sostener pesadas pero endebles estructuras que no tienen cometido en sí mismas más que permanecer o "echar otro día para atrás".

Al final de todas las obras acaban amontonados, desgastados, sucios o estropeados a consecuencia del hormigón, oxidándose al sol sin sombra de nada que hayan intentado ayudar a construir pues todo cayó al no fraguar... y en el olvido . Al menos no es como hace unas décadas; una excavadora los cargaba en una barcaza y los tiraban al mar pero siguen siendo testigos, los puntales que son personas, del sinsentido de muchos esfuerzos.

Queda el consuelo de aquel viejo adagio gomero: "De ilsusiones también se vive".

Comments

  1. Anonymous8:53 PM

    Una metáfora muy interesante para el modelo de negocio de muchas empresas de nuestro país. Mucho humo y poca solidez.

    Un blog muy interesante y escrito con gran inteligencia.

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