Mi Moleskine

Conocía estos cuadernos de notas desde que leí el libro de Bruce Chatwin, What am I doing here? ... de eso hace ya mucho tiempo. Al menos los moleskine que hacen ahora son bastante prácticos en cuanto a la calidad del papel para hacer toda suerte de dibujos, esquemas y notas usando casi todos los tipos de bolígrafos y tintas que tengo en mi arsenal, perdón, estuche.
No sé si cuando los usuba Chatwin ya venían en varios formatos; hoy día vienen los cuadernos con o sin cudrícula o líneas. Yo los prefiero lisos, sin renglones de ningún tipo para poder dibujar tranquilamente. Una hoja en blanco no me asusta.
Confieso que he sucumbido a la imagen romántica de viajero observador al adquirir estos cuadernos pero también por si acaso tengo siempre en la mochila un bloc de notas convencional con hojas perforadas que me permite arrancarlas sin sentir dolor de destrozar un cuaderno de la calidad del moleskine.
Aún así, en la página oficial de estos cuadernos, uno puede darse cuenta de que casi hay un tipo de Moleskine para cada usuario; los más curiosos para mí los cuadernos japoneses con hojas en zig zag para hacer collages o un cuaderno especial para pintores. El que tengo ahora es el más básico, el libro de notas plano.
Hay quien habla del "fenómeno Moleskine", pudiera ser cierto aunque más bien pienso que esto es otro ejemplo más de esa extraña paradoja del marketing; triunfa lo simple aunque la publicidad sea de lo más artificiosa. Es tan simple como hojas encuadernadas con tapa dura y una banda elástica para mantener el cuaderno cerrado... lo demás lo escribe o dibuja uno. En suma, es un artículo durable que uno puede personalizar. Ese tal vez sea su atractivo al menos para gente como quien escribe.

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