El Brinco


El Brinco dentro del contexto de las maras es un rito iniciático: Para entrar en alguna de ellas el o la aspirante debe someterse a una paliza de sus compañeros durante un tiempo determinado... tras los golpes sus ya compañeros le curan y se vuelve de la familia.
¿Por qué?, pues pasa como en los mejores colegios o en los mejores equipos; se sabe que todos quieren entrar de forma que por un lado las pruebas han de ser duras para garantizar la idoneidad del candidato pero, además, también se sabe que cuanto más dura es la iniciación dentro de un grupo, cuanto más duro es entrar en algún sitio, tanto más difícil le resulta luego a la persona encontrar motivos para salir de ese sitio consiguiendo así una mejor fidelización.
El fenómeno de las pandillas se conoce desde antiguo, las mafias, que posteriormente evolucionaron hacia las pandillas juveniles al diversificarse tanto por el mundo en las sucesivas corrientes migratorias como en sus actividades económicas. El término Mara en concreto al principio, en el siglo XIX era de significado positivo; grupos de obreros unidos con motivos de reivindicación de sus derechos en los tiempos de la Revolución Industrial en Reino Unido... tal vez por el origen arameo del nombre ( Mara = Maestra). Mas luego adquirió una connotación negativa en Centroamérica sobre todo al relacionarse con pandillas de adolescentes de extrema agresividad.
Tal vez una de las figuras más conocidas, que no la única, en el estudio de las pandillas juveniles sea  Steve Nawojczyk quien desde 1987 lleva estudiando y publicando sobre este fenómeno en constante evolución. En su experiencia ha encontrado seis razones fundamentales para pertenecer a estos grupos:
  1. Identidad: El grupo aporta un motivo para ser, una presencia en un mundo que se abre al adolescente como complejo y difuso.
  2. Reconocimiento: El grupo gratifica a sus miembros y además los otros grupos valoran la pertenencia del individuo de forma positiva. Uno es alguien ante los demás.
  3. Pertenencia: No sólo soy parte de algo sino que además estoy aquí por un motivo; mi grupo.
  4. Disciplina: Paradójico pero cierto, la disciplina que no encuentro en casa o en el colegio me la dan aquí. Si me porto mal recibo mi merecido sin compasión, y si los otros se portan mal les puedo dar sin recibir censura de mis compañeros; mi mundo es contingente. Hay normas claras.
  5. Amor: Dentro del grupo es más fácil conseguir pareja, después de todo tenemos objetivos comunes, aunque también si me interesa alguien de fuera el pertenecer a mi grupo me apoya en mi intento de conseguir el amor de esa persona.
  6. Dinero: Muchas veces el atractivo para entrar a estas bandas es su actividad económica de la que pueden beneficiarse sus miembros.
De todas formas es cierto que a menudo los menores son víctima de acoso para pertenecer a estas bandas. En los últimos tiempos la necesidad de reclutamiento se ha incrementado por un motivo curioso; la jerarquización de las maras. En el pasado operaban como células más o menos aisladas, ahora controladas por aquellos jóvenes que hoy son adultos, necesitan más personal en la base para mantener la nueva estructura de mando y funcionamiento. También la globalización les ha llegado, y cambiado.
Trabajar en este campo es difícil, por no decir riesgoso. Una de las principales dificultades es la falta de incentivo; los programas de ayuda fracasan muchas veces porque no pueden ofrecer nada mejor a lo que ya tienen, además, con el tiempo la tendencia curiosamente ha variado de centrarse en ayudar a los menores en las calles a hacerlo con los adultos, más receptivos tal vez por el peso de propia edad, y por su situación; a menudo acaban en prisión o en problemas legales varios o bien fundan una familia y no quieren lo mismo para sus vástagos.
Los nuevos enfoques comunitarios se centran en la prevención o bien en rehabilitar el entorno social en que se mueven las bandas, es decir, una solución atípica para nuestro habitual pensamiento reduccionista racional; cambiar lo extenso, grande, para que repercuta en lo pequeño si bien los efectos de este planteamiento son difíciles de evaluar o de dirigir de forma que a veces se obtienen resultados paradójicos.
Somos frágiles; frágiles en nuestro crecimiento, en nuestro entorno, pero también tenemos potencialidad para crecer, para mejorar... y si todo eso falla siempre nos queda soñar.

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