Tallando madera

Mi primer contacto con la talla de madera fue en la isla de Vancouver en 2007. En la Columbia Británica al menos era un arte muy popular la talla de figuras de madera en todas las escalas; desde pequeños juguetes o reproducciones de animales hasta auténticos murales costumbristas como uno que tuve la oportunidad de admirar en Chemainus o los famosos tótems de los nativos americanos.
Era en suma un arte muy arraigado siendo usual encontrarte a jóvenes tallando con cuchillos... recuerdo sobre todo la sensación de calidez que me sugerían las tallas en madera pulida que vendían de recuerdo o los murales hechos en cedro rojo. Me impresionaba ese trabajo meticuloso, apasionado y progresivo, atemporal y al mismo tiempo vivo.
Personalmente de las técnicas que más me gustan del tallado de madera son las que hacen representaciones tridimensionales, esto es tallado en bulto redondo y cincelado de útiles en madera. Por eso al regresar a España conseguí un manual que me gustó mucho de técnicas; Enciclopedia de Técnicas de Talla en Madera , escrito por Antony Denning.
Sin embargo, fiel a mi concepción del tiempo espiral, no fue hasta hace poco que tuve oportunidad y ánimo de empezar a practicar; ya tenía las gubias y algunas herramientas básicas por lo que me dispuse a hacer unos ejercicios muy elementales usando restos de maderas. Así empecé con un palo de escobillón para tallar una pimpinela azul (Anagalis Foemina), formas cinceladas y rostros a modo de "mini-totem"... y bueno, también debo de confesar porque la madera era muy fácil de trabajar y apropiada para las gubias casi de juguete que tengo. Aproveché también para experimentar con el pintado de la madera.
La primera forma humana que hice quise que fuera un "homenaje", un homenaje a los tiempos de recesión. Yo la llamo El Parado, bien porque está de pie o bien porque está mano sobre mano, tal si estuviera desocupado, lamentablemente casi se me queda manco porque había un nudo rebelde donde estaba uno de los brazos, y se quedó desproporcionado de piernas también por la abundancia de nudos de la madera escogida, y es que se trataba de un trozo de viga de pino, de esas que se usaban en la construcción.
Podría haberla dejado podrir porque después de todo era una madera mala para tallar, correosa y astillable, llena de nudos y hasta desagradecida para el marcado de las líneas, tanto que tuve que usar rotulador porque no agarraba el lápiz. Mientras la tallaba reflexionaba en que como esa madera son ahora muchos de los que están en paro... pero al final, aunque sea una figura tosca, en parte por mi falta de pericia, se descubrió debajo del anodino trozo de viga una nueva posibilidad para ser útil; ahora es mi primera talla de madera y me siento orgulloso de ella aunque sea una birria.
Terminé mi reflexión y mi talla pensando que tal vez muchos que se sienten una birria, un trozo abandonado de madera, les gustaría que alguien les descubriera o les diera la posibilidad de cambio y de belleza interior que poseen.



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