El carnet de conducir


Cada dos viernes ocurre un fenómeno espectacular en la Gomera: Varios examinadores de Tráfico vienen desde Tenerife.Es todo un acontecimiento, no sólo para los aspirantes sino además para los múltiples parroquianos de los numerosos bares, para el personal que contempla divertido el asalto a las reservas de tila de la isla,histriónicos comentarios y risitas de los candidatos y anécdotas mil de estos exámenes.Se da una circunstancia curiosa; todos los desahuciados de Tenerife, los eternos suspendidos, vienen hasta aquí con la esperanza de aprobar porque como no hay semáforos y sólo dos calles piensan que será más sencillo... pero ¡ay!, que no es oro todo lo que reluce y en esta isla algunos han suspendido por pararse en un Stop sólo dos segundos, en vez de tres, otros por ir sólo a 10 km/h o por no poner la tercera en la vía de acceso al puerto, otros por eqeuivocarse y poner la cuarta en vez de la segunda, otros pocos más por no reglar los espejos acorde a su talla y uno por no saber dónde estaban las luces del coche al entrar en un túnel. También hubo quien suspendió por calársele el coche en un cruce en el que tenía un Stop y quedaba el coche cuesta arriba; se olvidó de poner la primera. Aunque los ha habido peores, en esta ocasión una suspendió por subirse al bordillo, la acera y casi llegar al mar... ¡antes de salir!, en vez de marcha atrás puso la primera y aceleró fuerte mientras tenía la cabeza virada para atrás.Evidentemente se la invitó amablemente a bajarse del coche.
Aquí se cagan encima como les toque la temible Thatcher(*); una examinadora famosa por su dureza. Cuenta la leyenda que lo es más con las chicas.
Mención aparte es el examen teórico. Siempre hay más candidatos para este examen, pero no es por la lógica normal de la enseñanza sino debido al altísimo índice de suspensos. Fui al bar a desayunar, el examen es a las 12:00 y ya a las 11:00 me encuentro a dos muchachitos del mi pueblo charlando animadamente... iban ya por el vodka con limón después de dos buenas cervezas... a las 14:00 me los encuentro en la guagua y el chófer les pregunta qué tal la cosa. Risas que se mean comentan que uno suspendió por un ítem y el otro por cuatro, pero están muy contentos porque otro pobre de Chipude en su cuarta ocasión tuvo 27 fallos de 40... mal de muchos consuelo de tontos o, desde luego, son poco considerados hacia sí mismos y los otros.Dentro de dos viernes nueva entrega para el anecdotario isleño. El negocio del carnet sigue viento en popa mientras tanto.

(*) Me comenta un amigo algo que pudiera ser insólito para los candidatos: Todos los días a las 07:30 esta mujer toma o bien la guagua 90... o la 90... al objeto de ir al trabajo. Es amable con los pasajeros y cede aún su asiento a los más vejetes pese a ser ella ya de edad merecida.
No saben que es la temible Thatcher.
Por cierto, yo aprobé con esta mujer... menos mal que no se dio cuenta de la lesión que tenía en el pie. En aquellos tiempos trabajaba de peón y dos días antes del examen me clavé un clavo. Tenía el pie muy inflamado, el izquierdo, y debía presentarme pues se me caducaba el teórico. Yo era al revés del pepino; el teórico fue un paseo pero el práctico, donde empecé sin saber dónde estaba el embrague, me costó bastante. Me presenté dos veces e hice 49 prácticas.
Todavía recuerdo el dolor del pie al apretar un poquito el embrague al cambiar las marcas, pero yo sudaba más pensando que descubrieran mi engaño porque no les dije nada ni siquiera a mi monitor hasta el final... y cuando todos estaban asaltando el bar yo estaba sentadito en un banco, lo más cerca posible de los coches de prácticas, tostándome al sol y evitando mover lo más mínimo el pie para que nadie se enterara.
Era tanto el dolor que no esperé a nada y me fui a coger la guagua. Menudos cachondeos con el cojo mientras caminaba aquellos insufribles trescientos metros hasta la parada.
Al llegar a mi pueblo mi madre me dijo que estaba aprobado.

Comments

Popular posts from this blog

Negro vaticinio, cumplido

Recursos Humanos

El juicio del tambor