Celanese, mon amour




Brenda acaba de cumplir su primer año de vida laboral en Celanese, una multinacional de químicas que parece ser en España tiene una delegación en Barcelona.
Qué orgullosa está ella de pertenecer a ese equipo, aunque tenga que lidiar con compañeras cotillas y otras rarezas de la jungla laboral, según me cuenta el ambiente laboral en esta empresa es más sano que en otros trabajos que ha tenido anteriormente.
La conocí en VEC... ¿qué hacía una prácticamente bilingue secretaria de dirección viendo cómo el resto de los mortales trabucábamos en la lengua de Shakespeare?. Claro, necesitaba una certificación al respecto.
Amaba a México, y ahora todavía más, pero le pasa como a mí con la Gomera, con España; a veces no lo entiende. Comentaba con desencanto episodios nacionales pero no se apasionaba ni exaltaba... pobrecita, en su grupo le tocó con un madrileño más echado para adelante que un tiro de mierda (en mexicano un sangrón), qué feo tan espantoso; en un inglés chapurreado invitó a todos a su cumpleaños menos a la fea.
Le encantaba mi acento, y cuando imitaba el mexicano lo que más... sobre todo, curiosamente, aquella frase de Gringo Viejo; Soy puta, usted no se achique por eso.
Viendo las fotos lo que más añoro, curiosamente, es cuando iba vestido de suit, recién duchado por la mañana en Vancouver con mi colonia de menta, bien requintado y guapo tras tres meses de gimnasio, kilómetros en la piscina del Vancouver Aquatic Centre y mis gloriosos cinco kilos más... que perdí apenas regresé a casa. Es verdad que no hubiera regresado pero todavía sentía que algo debía hacer primero en la isla. Nunca volver a casa se me había hecho tan difícil.
Én fin, México tiene una chincheta en mi mapa mental de sitios a visitar.

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