El guía




Qué duda cabe; los guías turísticos son "los ojos del turista"... y el espejo del operador turístico. Y más en países de singular connotación como pudiera ser pues precisamente Egipto.

Antes de nada, no teman mis posibles lectores; afortunadamente no me ocurrió como al personaje de Desideria en La Pasión Turca que escribió Antonio Gala. Por cierto, el único libro que leí de él... todavía me estoy preguntando qué vería ese hombre en La Palma para escribir aquella historia sobre un triángulo amoroso.

Los guías, ya digo, marcan y con mucho el devenir de un viaje. Aunque no lo crean muchos el o la guía desde el primer momento imprime caracter al grupo.

Yo, que vengo de un destino turístico, pues tengo historias al respecto; desde la revoltura que siento cuando engañan a los pobres península con el cuento del origen de Los Chorros de Epina hasta las historias de ultrapijos de postín de El Corte Inglés... No es un secreto; para muchos guías trabajar con esos grupos es un sacrificio porque estos clientes pagan con tarjeta de crédito y la empresa les devuelve el dinero si no hay satisfacción total... la chuminada esa de la "Calidad total"... de forma que a veces hay algunos que no hacen sino incordiar por el más mínimo contratiempo a ver si les devuelven las perras y de paso la excursión sale gratis. Luego, claro, el o la guía se la carga.

Nuestro guía se llamaba Hassan, había aprendido el idioma en la facultad de Filología Hispánica de la Universidad... ¿del Cairo o de Asuán?, bueno, ya no me acuerdo, pero qué bien hablaba el jodio. Me recordó a mis amigas de aquella facultad, ha tiempo ya... aquel purismo lingüístico para ahora batallar con adolescentes extranjeros. A lo que hemos llegado.

Hay que decir que, como país islámico, sólo en un hotel de El Cairo encontramos a una recepcionista, o sea, a una trabajadora. Todos eran varones en el resto de sitios. Aún así sí se podía ver a veces alguna guía en los monumentos pero muy pocas.

Personalmente el guía me agradó mucho, no tanto por la narración sobre los monumentos sino porque nos enseñaba a veces pequeños detalles de algunos de ellos singulares tal como si fuera una complicidad con nosotros... detalles que se agradecen. Por otro lado pues este hombre representaba al pueblo egipcio; tenía parada y fonda en todo negocio en el que nos pudieran ordeñar convenientemente, cosa que me alegraba, después de todo ¿no habíamos venido entre otras cosas a eso?. Así pues visitamos la casa de perfumes de Al Fayed, propietario de Harrod´s en Londres cuya familia es oriunda de Asuán... qué deleite tanta esencia junta, tremendo negocio se tienen montado, una escuela de alfombras y un centro de papiros. Qué masaje de bolsillos para algunos.

Al final del viaje en El Cairo nos recomendó sitios singulares... y la gasolinera más próxima al hotel del cinco estrellas para que pudiéramos comprar el agua a diez veces menos del precio del hotel tal como un egipcio de a pie... y entrar en un divino Kentucky Fried Chicken. Alá en su infinita misericordia dispuso ese reducto para la nostalgia occidental... Alá y la globalización.

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