Un libro


Me pasó como el cuento aquel del que se fue y al regresar tenía un hijo crecido.
Hace unos meses ayudé a un amigo a hacer unas fotos sobre la isla para un libro, y que a cambio aparecería en las reseñas. Me contaba que el libro era una pieza más dentro de un conjunto de libros sobre las islas y sus vicisitudes durante el desarrollo del proyecto... le comprendía muy bien; los proyectos acaban sucumbiendo siempre a la ley de Murphy enredándose más que las persianas de forma que las cosas más sencillas parece que se vuelven un mundo. Luego, si uno soporta la incertidumbre y se ha hecho medianamente bien por lo menos uno siente el alivio de que ya eso de coordinarse con los otros quedó atrás.
Por desgracia es sólo un respiro, después de todo somos animales sociales y nos han hecho creer esa patraña de que lo mejor es el trabajo en equipo. Volvemos a rumiar lo mismo más pronto que tarde.
Pero de este proyecto lo mejor sin duda para mí fue el rodar por la isla, sentirla más adentro de mí cada día a pesar de que nunca la haya podido comprender... maldecir lo lejos que estaba el Drago de Agalán, uno de los pocos dragos que crece en la vertiente sur de las islas, llegar a los pies de los Chorros de Epina y refrescarse un poco, eso sí, sin pedir deseos ni boberías de esas, contemplar los bancales abandonados y recordar los trabajitos que pasé para ahorrar cuando quise irme a Vancouver e hice de picapedrero y paredonero... y ahora veo tanta finura cuando la isla parece empeñarse en enseñarnos la máxima consigna de que todo es esfuerzo y nada regalo.
El próximo fin de semana voy a Magaña y a esos andurriales de la isla que no aparecen en el libro pero que también son la Gomera, ¿alguien se apunta?.

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