Dennys Finch-Hatton



De todas las escenas de la película hay una que siempre recuerdo con especial emotividad, bueno, dos pero no voy contar en un sitio tan pulcro como éste la reacción fisiológica que se acompaña a la escena del lavado de pelo, para mí muy erótica, sino aquella otra frente a una copa de vino cuando ella le dice a él, Dennys:
"- Cuéntame una historia."
Es tal vez uno de los gritos más clamorosos contra la soledad, el mal de nuestro tiempo.
El otro día hablé con un amigo que trabaja para el INE y me contaba de gente mayor viviendo sola y que sólo existen fiscalmente porque pagan el agua, la luz... y el seguro de muerte.
Por eso siempre es bueno escuchar a los otros, sus historias, sus vivencias, no sólo porque al escucharlas ahorras esfuerzos de aprendizaje en carne propia sino también porque como persona te dan una dimensión nueva a tu mundo.
Corres el riesgo cierto de volverte cínico o nihilista muchas veces mas merece la pena.


En el tiempo también quedó Dennys. En el limbo de una masculinidad hoy desaparecida; en la película un amante que amaba sobre todo su libertad y dejó marchar a Karen no sin antes haberle dado a ella el precioso regalo de hacerla libre. En la vida real un amigo de Karen, buscavidas y desapegado que sin embargo ayudó a una Karen enferma de sífilis, contagiada por un marido putañero y esteril a consecuencia de la misma, y arruinada por un incendio en su granja de café de todas maneras condenada al fracaso porque era una altitud excesiva para la planta, a regresar a casa, Dinamarca, con dignidad... o sea, con libertad.
Dennys moriría en un accidente con su avioneta, el mismo día que Karen regresó a Europa para no regresar, en Ngoro ( en lengua masai; nudillos, la forma que sugieren esas colinas).
Entiendo la masculinidad así; desinteresada, abierta, generosa, segura de serlo y, sobre todo, libre
.

En la foto, el auténtico Dennys; de pelo castaño. Cuando era un adolescente en Inglaterra y después un cazador profesional. En aquellos tiempos el comercio de marfil y pieles era muy importante y muchas fortunas de hoy se amasaron entonces en ese negocio.



Karen von Blixen a los 42 años de edad, poco antes de volver a Dinamarca y antes de terminar su relación con su marido y su amistad, con derecho a roce o no, no lo sabemos, con Dennys.
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