Hacia la luz

En la infancia a veces ocurre que los niños se inventan un amigo, un amigo invisible, el cual no tiene nada que ver con el popular juego de empresas y otras colectividades.
Es un amigo imaginario con el que el niño habla y/o juega, le da identidad y a veces lo personaliza en un juguete concreto. Algunos investigadores lo asocian a niños que viven en soledad.
La vida a veces es un acto de soledad; el primero, nacer, salvo excepciones y siempre lo es el último, morir.
Soñamos con un amigo que nos aconseje ante las múltiples vicisitudes del camino con el tino de la experiencia... y lo cierto es que ese camino casi todo él se hace en soledad. Al menos mi amigo nunca llegó.
Sólo nos consuela el ir hacia la luz con la esperanza de encontrar allí nuestro amigo anhelado y cuando llegamos lo que vemos es el reflejo de nosotros mismos. La fuerza para caminar y para seguir adelante siempre estuvo con nosotros.
Nuestro amigo era nuestro reflejo y los destellos breves que vimos el reflejo de otros, más o menos iluminados, más o menos fugaces.
Me gustaría creer que yo, mi isla, mi mundo, caminamos hacia la luz.

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