Tighassaline, el otro Marruecos




A pesar de tener Skype, y hasta con la posibilidad cierta de celebrar videoconferencias de vez en cuando, soy un usario escaso de las tecnologías VoIP o voz por internet... digamos que si soy tímido para el teléfono convencional, tambien lo soy para esta nueva versión.
Aún así, de vez en cuando abro el programa Skype y me pongo en modo SkypeMe, o sea, que acepto llamadas de todo dios... enseguida ves a varios adolescentes, sobre todo franceses, ávidos de reirse haciéndose los equivocados, o a supuestas brasileñas esculturales que pretenden acabes comulgando con alguna versión remasterizada del cristianismo... pasas de ellos como de un baño sucio.
A veces, sólo a veces, alguien interesante llama. Y esto es así porque mientras para escribir a un extraño no tenemos especial pudor, para comunicar con voz sí dado que en la voz hay un matiz emocional perceptible por tu interlocutor de forma que no puedes ocultarte ni es fácil ofrecer una imagen distorsionada de uno mismo.
Abdalláh, un muchacho marroquí que vive en Tighassaline, un pueblo en las estribaciones del Atlas cercano a Fez, fue una de estas veces. Estudia Filología Hispánica y habla francés y árabe. Cuando nos comunicamos siempre habla con profundo amor hacia Marruecos aunque confiese que a veces le duelen algunas carencias del mismo o la imagen distorsionada que tenemos a este lado del mar.
Me enseñó una página web con algunas fotos de su pueblo en fiestas. Cuando las veo me recuerdan a las fotos de los 60 ó 70 de mis abuelos en el sur de Tenerife... de cuando en Adeje aún habían calles de tierra, barriadas y casas sin enfoscar de bloques de construcción propia. Y hasta una pequeñísima población que llamaban Playa de las Américas, extendíanse varias hectáreas de tomates y plátanos. Obviamente de todo eso sólo queda el blanco y negro de las fotos.
Quizás eso sea lo que fascina y al tiempo sobrecoge de Marruecos; ver el espejo de lo que fuímos.
Un saludo, Abdalláh... suerte en ese círculo de hispanistas.


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