Aquella lejana Iberia





Hubo un tiempo en que Iberia L.A.E realmente surcaba los cielos como la compañía bandera de España... aquellas gloriosas estelas de vapor que se veían desde abajo; el destino turístico soñado por los europeos del norte, Canarias, o cruzando las mismas dunas que cruzaron los Reyes Magos camino de Jordania o Tierra Santa y que se veían como un mar congelado y naranja desde aquella altura.
Hoy, como los meteoritos, sólo quedan estos fragmentos. Aquel mítico servicio acompañado siempre de cierta distancia distinguida. El servicio se minimizó, no así la distinguida distancia, aún hoy la compañía es percibida como elitista.
Uno nunca sabe qué se va a encontrar en la cocina propia, ni en la mesa de los extraños: Estos tenedores son los restos de aquellos gloriosos días cuando Tenerife parecía un paraíso inacabable y lejano, cuando uno se vestía de domingo para ir al glamuroso aeropuerto Reina Sofía, cuando los cubiertos de los menús servidos a bordo se desechaban y, por supuesto, los cubiertos de metal estaban permitidos. Tal parecía que el fasto no acabaría nunca.
Llegué a odiar los tenedores pequeños. No los soporto en la mesa aunque debo usarlos en contadas ocasiones para los postres más duros. Tal como le dijera una paciente a su doctor aquí en Gomera; "-Doctor, métamelo grande porque chico no me entra"... Se refería a la pera usada para una lavativa vaginal.
Es curioso lo que provoca el desencanto; te hace rebuscar en los viejos álbumes y en las alacenas de tu cocina.

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