Mamá

No recuerdo haber visto Marco en la infancia. Creo ser de una época posterior aunque mi propia madre sí lo recuerda con emoción.
En la vida real hubiera sido una auténtica proeza haber hecho un viaje así, no ya sólo cruzar el Atlántico en barco sino además, creo, gran parte de Argentina... y sin dinero. Quizás la época en la que se ubica la serie en cierto sentido diera pie a cierta inocencia. Hoy día un niño o un adolescente, pese a nuestra cacareada protección a la infancia, correría riesgos difícilmente asumibles y que poco tendrían que ver con rigores climáticos o geográficos... Protegemos a la infancia, sí, pero sólo a la nuestra, a la particular de cada uno, los hijos de los otros no son tan importantes.
Aunque es verdad que en la serie Marco conoce la muerte de seres queridos ( una burra por ejemplo), el engaño y la explotación, la soledad y ejemplos de vidas duras y miserables, siempre hay esperanza; la fuerza interior de Marco basada en la meta de encontrar a su madre. Y un final feliz; la familia unida y la incalculable madurez que Marco adquiere... A menudo las historias de emigración reales acaban con fines tan divergentes que sus protagonistas se preguntan si mereció la pena o si realmente fue positivo.
Pero ahí queda la ilusión. Una fábula moderna sobre la superación humana, esa incontenible fuerza que nos caracteriza para lo bueno y para lo malo.


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