Sólo quiero caminar


Me gustó. Aunque la trama estaba llena de clichés era una película que te divertía por un lado y te hacía pensar por el otro.
Agustín Díaz Yanes, director, en las entrevistas dice que el personaje de Gloria es una continuación quince o veinte años después de otra película que hizo; "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto". Esta Gloria madura me emocionó y sorprendió, sobre todo cuando satisfacía su ansía y su miedo al reto de morir alquilando a un puto para una sesión exprés en la cama, algo así como el último cigarrillo al condenado a muerte. Me convenció su rabia, su deseo de venganza y rencor... esa clase de cabronada que le harías a alguien si no te importaran las consecuencias pero tal vez me sentí más identificado con la secretaria judicial de día, atracadora de noche. Muy capaz pero temerosa, capaz del sacrificio de vestirse de colegiala y cumplir la fantasía del depravado y corrupto juez y jefe por sus amigas.
Las felaciones me sorprendieron al ser la tarjeta de presentación de casi todas las relaciones de la película, como en las mejores producciones porno donde las caricias y toqueteos iniciales se reducen a la felación. Es un símbolo de dominancia masculina que no todas las mujeres aceptan como el primer acercamiento sin mediar siquiera casto besito primero. Un recurso para exagerar la brutalidad de los personajes masculinos.
Lo más tierno el sacrificio final de la madre moribunda por su hijo. Una escena conmovedora.
Lo más moralista cuando la capo de la mafia habla con el sicario en su habitación de hotel; quien siempre hace lo mismo acaba muriendo.
Lo más curioso, el retrato de la mafia coreana; exótica y desconocida, y la gran verdad del capo de la misma: "-... sólo hay tres cosas que un hombre deba hacer por sí mismo; comer, cagar y follar. Llama a sus enemigos y que se encarguen de esa mierda."

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