Lemmings

Los lemmings (Lemnus lemnus) son unos roedores que viven en territorios árticos y la tundra.  Pueden ser domesticados y ser unas curiosas mascotas como pueden serlo otros pequeños roedores pero de ellos, que por cierto, se les suele nombrar siempre en plural, tenemos más la referencia de su comportamiento; creemos que estos animales se suicidan en masa si llegan a ser una plaga y no hay suficientes recursos.
Curiosamente el origen del mito lo vinculan a un documental cuya productora siempre se ha definido por su defensa de los animales... y su uso como personajes significativos en sus producciones. Ya en su día interpretar este comportamiento como "suicidio" creó gran controversia dado que de alguna forma los argumentos etológicos se usan en muchos casos para justificar la conducta humana. Básicamente la idea es que si ellos lo hacen, entonces no debiera ser tan mal considerado que en nuestra especie también ocurra.
Como animales sociales lo que nos fascina es el comportamiento gregario, cómo una colectividad es constituida y su pensamiento muta a una inteligencia de grupo que sólo aparece en ese contexto. En la naturaleza una langosta no pasa de ser un tímido saltamontes grande... hasta que se une a otras y cuando llegan a un número determinado se transforman en un plaga organizada de devoradoras de cualquier cosa verde moviéndose de forma imparable a donde el viento las arrastre. En nuestra escala muchas veces somos tímidos individuos que nos transformamos bajo el influjo, o la protección de la pandilla en algo que a veces nos cuesta reconocer como racional.
Pero en esta vida también somos  un poco lemmings para las tendencias. Somos altamente influenciables por la información... nos gusta presumir de no ser tontos pero resulta que el tonto no lo es por ser limitado sino lo es por ser altamente influenciable, por ser una veleta o un péndulo que cambia de opinión según del oído por el que le entra el susurro de la persuasión. La persuasión, pues después de todo se trata siempre de convencer al otro.

La mejor persuasión es el ejemplo. Acabamos imitando lo que nos fascina o motiva, después de todo imitar es la primera forma de aprendizaje. Recuerdo la última década del siglo pasado en que llegué a la universidad; en aquel momento la moda era ser alumno en Económicas (o Derecho con más probabilidad si eras chica), y a ser posible imitar el estilo de Mario Conde... la mayoría, sólo recuerdan lo simple; el pelo repeinado hacia atrás con aquella inmisericorde gomina húmeda con cierta reminiscencia a la estética yuppie... pero aquellos chavales no aspiraban a enseñar las entradas de la madurez, no, aspiraban a ser también directores generales de un gran banco a la entonces impensable edad de 39 años tal como lo había sido Mario en aquel tiempo en que el sistema financiero español lo más arriesgado y fuera de su estructura rígida piramidal que se había atrevido a hacer era si acaso la extinta Zona Franca de Canarias.
Aquel inolvidable gesto de suficiencia y distinguida soberbia; iba a presentar las cuentas del banco en la junta de accionistas y el atril no estaba a la altura adecuada... se para en seco, mira con mala leche al viejo cetrino de bigote blanco, un miembro de la junta, y lo manda con el gesto a que mueva el atril... cuántos de aquellos niños, y niñas, desearon haber hecho lo mismo con sus viejos. No hay duda que muchos  aguardaron a hacerlo  para cuando los pusieron a ser algo más adelante.
Mas pronto empezaron a ser demasiados en aquellas nuevas promociones de aguerridos profesionales. Es legítimo aspirar a más pero también es cierto que los recursos acaban siendo limitados por más que se prometa lo contrario... y empezaron a devorarse a sí mismos, y después a huir, primero de sí mismos y después del desencanto de saber que para muchos no había futuro. Por supuesto encontraron culpables; la universidad, el sistema educativo, el desajuste mercado laboral y oferta...eso sí, nadie era responsable de lo que había decidido estudiar influenciado por lo que quería ver que estaban haciendo los otros. Quizás también pensaron con ese atávico instinto de nuestra naturaleza humana; que siempre seremos jóvenes y ser viejo consiste en que un día te levantas y ya lo eres, sin intermedio.
Después de todo nos sigue pasando como a los lemmings; cuando el frenesí migratorio acaba y se han muerto, o llegado a otro sitio, los que sobraban quedan atrás unos pocos para seguir adelante.

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