Raíces profundas

Volví a ver Raíces profundas (George Stevens, 1953),  el título original es Shane, en América también se le puso Shane, el desconocido y en Brasil Los brutos también aman. Básicamente cuenta la historia de la llegada de un forastero a un pueblo acogotado por un cacique local, algo por otra parte común en el contexto de la colonización del Oeste americano que transcurrió entre luchas por la propiedad de la tierra y su uso ganadero, minero o agrícola. La llegada de este personaje hace de catalizador tanto de lo pequeño y familiar de la famila Starret ( la devoción del pequeño Joey por el forastero y su forma de ver la vida y el amor platónico de este con la abnegada señora Starret) como en lo grande y público ( el duelo con el pistolero Wilson).


Tiene cierto paralelismo con un ya icónico cuento de García Marquez; El ahogado más hermoso del mundo, que también es la historia en este caso de un cadáver que llega a una remota aldea caribeña y que suscita entre los lugareños unos sentimientos tan intensos que la sola presencia del cadáver en cierto sentido revive al pueblo ya que se esfuerzan en darle el más renombrado funeral de la historia del pueblo y se comprometen a honrar su memoria haciendo al pueblo merecedor de ser lugar de su eterno descanso... y todo eso, después de todo, por un muerto desconocido pero que consigue en cierto modo hacer de espejo de las ansias y profundos deseos de los habitantes del pueblo.
Tanto Shane como el ahogado son invitados al cuento que acaban siendo protagonistas: Gente de paso que se quedó el corazón de los que ya estaban allí pero que consigo trajeron el don de hacer recordar que la fuerza para cambiar las cosas está dentro de cada cual y entre todos, que al igual que no hay que dejarse embaucar por "mirlos blancos" tampoco hay que confiarse de los mensajes repetidos; no por repetidos son ciertos, son muchas veces autoengaños que acaban estallando como burbujas... algo que ya nos resulta familiar en una España tan espumosa.
Pensé en esa campaña mediática, que al tiempo denuncia y anima, sobre la emigración fuera a buscar lo que no se tiene dentro... es verdad que no lo hay por ahora, pero sí se tiene; sabemos hacer las cosas bien pero no queremos hacerlas bien porque en el fondo, muy en el fondo, estamos conformes y confiamos tanto en los mirlos blancos como en los negros. Queremos ser como esos mirlos; pájaros que se lo llevan calentito a casa con sólo gorgojear a los oídos indicados la lisonja que quieren oir. Tenemos miedo, mucho miedo, no ya a salir del nido ( que lo hacen los pollos más fuertes y dejan a los enclenques morir atrás) sino a atrevernos a hacer el nuestro propio, no tal vez con las mejores ramas sino al principio con poco... pero no, deseamos ser como aquel o aquella, pocos queremos ser "yo mismo/a".
Los que se van fuera que sepan que lo primero que uno mete en la maleta es a uno mismo; tal como se es aquí, allá también.

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