¿Cuánto cobras?

Contextualizo: Ocurrió en CajaMadrid,  y posteriormente, Bankia.

 El 1 de octubre de 2014, la Fiscalía Anticorrupción pidió al juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu investigar a 86 consejeros y directivos de Caja Madrid que habrían cargado en sus tarjetas de empresa gastos privados -como estancias en hoteles, compras en el sector de la alimentación, almuerzos en restaurantes o retiradas en efectivo- por valor de 15,2 millones de euros en el periodo comprendido entre 2003 y 2012... empezaba así el llamado Escándalo de las tarjetas Black.

Tal escándalo tuvo su origen en una denuncia anónima remitida al partido X en un e-mail con los correos de Blesa donde se hablaba del entramado organizado de las tarjetas. Posteriormente este e-mail fue puesto en conocimiento de eldiario.es siendo el resto de la historia conocida.

También es preciso contextualizar el escándalo en sus proporciones financieras; los 15,2 millones sólo representan un pírrico 0.0006% de los 23.474 millones de euros dilapidados. La proporción moral sin embargo es inabarcable con números.

En un sistema de justicia garantista, como en el que está basado el modelo español, ocurren a menudo aparentes contradicciones o injusticias que no dejan de ser crueles; puede castigarse a la persona culpable por su individual acto pero no tan fácilmente al individuo por los actos de la colectividad porque no se puede arrogar en grado exacto su culpa de la de los demás.

Cajamadrid, era (y es) una entidad sistémica, es decir, con un capital tan elevado que de desaparecer sería capaz de modificar o perjudicar a todo el resto del sistema financiero, algo así como los bancos de peces; un banco  pequeño de peces son devorados con facilidad por  los tiburones pero si el número de peces es lo suficientemente grande el riesgo de ser atacados disminuye exponencialmente. Cajamadrid era un gran banco de peces donde no interesaba que se dividiera porque se pensaba que los tiburones (financieros) harían trizas al resto de peces.

En un entorno así si todos giraban a la derecha o a la izquierda no importaba porque la manada iba toda en la misma dirección así que no se podía culpar de forma objetiva por las decisiones tomadas a un sólo miembro de la manada o dirimir el grado de culpa de alguno de ellos. Era un esquema muy parecido al de la mafia; un entramado corporativo, organizado, sostenido por intereses donde quizás se conoce su cabeza o entorno de decisión pero no su cuerpo. Así, el individiduo es impune mimetizado en la manada.

Al Capone fue tal vez el ejemplo de esa impunidad más conocido; todo el mundo sabía quién hacía los negocios y quién mandaba hacerles zapatos de hormigón a los disidentes o críticos pero era impune porque no era él, éramos legión, una mafia.

Para romper el nudo gordiano sólo pudo hacerse con una argucia moral, al menos en EEUU; la condena moral que supone no pagar tus impuestos. Esa falta identificaba a la persona individual y cual sambenito te señalaba individualmente como infame insolidario con, precisamente, la manada que constituye el Estado. Así se consiguió detenerle por, en el fondo, el chocolate del loro en comparación a la cantidad de crímenes que había cometido o propiciado.

Lo que en España no se ha hecho, y pocos conocen del caso de Al Capone, es que para poderlo detener primero hubo de ser cambiada la ley de delitos fiscales porque la manada, después de todo, no es ciega ni tonta y para camuflarse primero conoce bien su traje, las leyes, y encorseta todas sus argucias en ella. Es posible que el depredador Blesa consiga el cénit del cazador; que el conejo le tire a las escopetas de la Justicia, o sea, que salgan impunes porque con la ley actual los delitos fiscales prescriben en pocos años, las tarjetas fueron diseñadas para en ningún caso exceder el límite de 120.000€/año en que se considera delito y en los estatutos societarios de Cajamadrid no venía explicitado en ningún sitio qué era y qué no un gasto de representación.

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