Retaguardia

  Margaret Hamilton en 1969 




Margaret Hamilton escribió el código que permitía a los ordenadores de la misión Apollo navegar y orientarse por el espacio para llegar así a la luna.

En la fotografía aparece junto a los tomos que componían las líneas de código para el software de navegación del Apollo XI.

Todo eso en un tiempo en que su profesión; desarrolladora de software, no existía, de hecho la revista Wired le dedica un artículo donde la declara inventora del mismo. Tan era así que al principio aparte de que nadie entendía qué hacía, tampoco siquiera había asignación presupuestaria para el concepto de "software" en el proyecto Apollo.

Siguió evolucionando posteriormente, abandonando la NASA en los años setenta, y fundó su propia empresa, Hamilton Technologies, Inc., en la que ella y su equipo siguen desarrollando software.

Sin embargo todo eso no estaba previsto: Al licenciarse en Matemáticas tenía planeado estar tres años apoyando a su marido para que terminase sus estudios de abogacía en Harvard siendo además ya madre en aquel entonces.... pero el sueño de llegar a la luna, el proyecto Apollo, se cruzó en su camino y se embarcó en la aventura.

Hoy día la NASA nos tiene acostumbrados a una imagen "cool", desenfadada, informal, promotora del talento joven y hasta un punto irreverente, eso sí, entonces como ahora muy patriota dentro de la internacionalidad. Pero antes del ingeniero Bobak Ferdowsi con corte de pelo estilo mohicano dirigiendo la llegada a Marte del Curiosity con gran profesionalidad, como bien recordara con cierta comicidad el presidente Obama lo normativo en los tiempos de su colega Jhon F. Kennedy había sido la camisa de botones blanca, raya al lado, gafas de pasta y bolígrafos en el bolsillo de la camisa, habiendo pues mejorado mucho el estilo.

Y es que la NASA no ha sido ajena a los cambios sociales desde sus inicios, más bien un fiel espejo de los mismos o, incluso, cierta vanguardia. Quizás debido a la misión; explorar el espacio, y a su doble naturaleza, militar y civil, la NASA ciertamente estuvo a la vanguardia de muchos adelantos en las formas de trabajar, de motivar y de gestionar equipos de alto rendimiento, de aquello que antes de la recesión llamaban "gestión del talento" y después de ella "retención del talento", de las organizaciones matriciales , y en los últimos tiempos de la gestión del "más con menos" en unos presupuestos cada vez más exiguos. Sin embargo también había una retaguardia:

En los años de la Guerra Fría y en los primeros de la carrera espacial la imagen pública más sobresaliente era la de los astronautas y pilotos de pruebas, mientras que a sus esposas se les relegaba a un bonito complemento ejemplo de la perfecta familia americana, o todo lo más  a diligentes y discretas secretarias. Poco se hablaba, o se veía como un estigma, del divorcio cuando era producido por las misiones tan absorbentes de los maridos que muchas veces llevaban su estrés a casa o de lo que, simplemente, era una difícil convivencia en esas circunstancias.

Margaret, y otras ingenieras (muy escasas), contribuyeron a cambiar ese papel subordinado de la mujer en la organización. Posiblemente no les diera tiempo a acabar con fenómenos como el "techo de cristal"  , quizás sea que hay cambios que son generacionales y debamos esperar bastante tiempo, pero pusieron de manifiesto el camino a seguir para que haya oportunidad a la igualdad; el conocimiento.

Ellas pudieron significarse porque el conocimiento sobre lo que trabajaron era escaso entonces, no en vano ahora la programación es un mundo altamente masculinizado pero no lo era así entonces; ellas fueron pioneras.

El ejemplo está ahí: Se puede hacer.

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